Los espacios independientes de creación contemporánea son plataformas autoorganizadas —físicas y abiertas al público— gestionadas por artistas, curadores y colectivos, que desarrollan prácticas experimentales, interdisciplinares y no comerciales. Operan de forma autónoma, sin dependencia financiera directa de entidades públicas o privadas, y cumplen un rol clave en el ecosistema cultural al sostener lenguajes poco atendidos por las instituciones.